DINERO
Hablar de dineros aquí no está fuera de contexto porque, como decía ya en la Edad Media el autor del tratado Semita recta (S. XIII2, Inc. Omnis sapientia a domino deo est...), la alquimia es un arte que exige un gasto importante para sus incondicionales, de manera que nadie debería practicarla sin garantizarse con anterioridad su costo material (Véase: Theatrum chemicum, II, 1613, p. 465). El Géber latino hace una recomendación en este sentido dentro de su Summa perfectionis magisterii, en el capítulo titulado Sobre los Inconvenientes en el Ánimo del Artífice. Allí desglosa los vicios a evitar al introducirse en el estudio disciplinado de la alquimia y nos dice que: “..los hay que son esclavos del dinero, que desean esta maravillosa ciencia y la apoyan, pero que tiene reparos en cubrir los gastos necesarios. Por lo tanto, si bien la reconocen e investigan de acuerdo a la razón, no obstante, no afrontan la parte práctica de la obra debido a su avaricia. De ahí que no les lleguen nuestros conocimientos” (Brill, 1991, p. 259). El carmelita catalán Guillem Sedacer (†1382) también se expresa de manera similar en su Sedacina totius artis alkimie: “No dejes de ponerte manos a la obra hasta que obtengas el resultado [...] pues si desde la primera o la segunda tentativa interrumpes tu empresa, fatigado por el trabajo y asustado por el gasto, constatarás que sólo estás expuesto a perder y no a ganar. Así pues, antes de comenzar hace falta reflexionar, y que nadie emprenda nada si no dispone de lo que debe pagar. En este arte es absolutamente necesario conocer esta regla y ser precavido en este aspecto” (Sedacina, S.É.H.A. / Arché, 2002, t. II pp. 30-32).
¡Qué ciertas son las palabras de Sedacer! He conocido a muchísimos aficionados a la alquimia, tan absortos en su estudio, que han terminado arruinados por descuidar sus más elementales obligaciones. La mayoría olvida lo que deberían ser sus principales prioridades: familia, trabajos, amigos, etc. Este comportamiento es tan antiguo como la propia alquimia. Así se ha forjado la imagen típica del “pobre alquimista”, a menudo solitario y desaliñado, que David Teniers hizo popular en sus pinturas del siglo XVII. Una representación muy gráfica, a modo de indigente, aparece en el cuadro El Alquimista de Cornelis Pietersz (1631/2-1664).
El Alquimista, cuadro de Cornelis Pietersz, 1663
Getty Museum, Los Angeles
El polaco Pieter Symonsz Potter también retrató al amante del arte arruinado por su ciega obsesión. Su mujer le enseña enfadada una bolsa de dinero vacía mientras su hijo, sucio y harapiento, juega con el instrumental del laboratorio.
En el Gabinete de un Alquimista, cuadro de Pieter Symonsz Potter, ca. 1640
Wawel Royal Castle, Kraków
Tomado del cuaderno de notas Opus Magnum www.revistaazogue.com